Chicha. La fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo (Editorial Agebe).
Del Prólogo de Osvaldo Bayer:
«La historia de la crueldad argentina es algo que no podemos entender ni podemos describir y por eso el valor de este libro. A mí me llamó muchísimo la atención, cuando comencé a leerlo, el estilo claro y periodístico, pero con toda la documentación y la base científica-histórica. Es impresionante que un hombre tan joven haya escrito un libro tan profundo: están todos los aspectos de ese período tan terrible de la historia argentina que va a quedar para siempre como estigma de nuestra sociedad. (…)
Entonces, este libro nos mete en todos los aspectos de esa sociedad: cómo se comportó la Justicia, cómo se comportaron las fuerzas armadas -están testimonios increíbles de la brutalidad, de la crueldad, del cinismo-, cómo se comportó el periodismo, cómo nos comportamos los argentinos. (…)
Por eso este libro, escrito en un idioma muy claro y muy penetrante, demuestra como pocos la esencia de la crueldad argentina y hasta qué punto llegó esa crueldad. Esa Chicha Mariani, después de ese cobarde bombardeo, con cientos de uniformados -ahí sí que son todos valientes- atacando esa pequeña imprenta de La Plata. Esa Chicha Mariani que después de la desaparición de sus hijos y de su nieta, encontró toda su casa robada hasta el último extremo. (…) Y en este libro también está expresado lo que significa ser abuela y el sentimiento que tienen las abuelas. Porque sabíamos de las Madres de Plaza de Mayo: ellas nos demostraron lo que son y lo que fueron capaces de hacer; pero nos faltaba el libro que nos hablara fundamentalmente del sentimiento de las Abuelas. Yo soy apenas un abuelo -tengo 10 nietos- y me imagino que si a mí me hubieran secuestrado a uno solo de mis nietos, yo no habría descansado hasta aplicar la ley de matar al tirano. Pero ni las Madres ni las Abuelas de Plaza de Mayo tuvieron ese sentimiento. Nos enseñaron la lucha. Pusieron el cuerpo allí.
En este libro se habla del idioma de nuestros ministros de aquel tiempo, la casa de la calle 30, la imprenta, la publicación donde se denunciaban los crímenes y los campos de concentración, el jacarandá en Plaza San Martín –hermoso árbol – y la entrada a su casa de Chicha: habían pelado un cable para que al entrar quedara fulminada. Pero siempre hay algún vecino que se da cuenta y advierte, mientras otros vecinos, la mayoría, se callan la boca o miran con desagrado el paso de Chicha. (…)
Estamos tan orgullosos de ver este libro, yo hubiera necesitado cuatro tomos para escribir esto, pero aquí está todo de esta mujer que va a quedar para la historia, como todas las Abuelas y las Madres. No se ahorra nada, están también, como en todo grupo humano, las disidencias, los que tienen otras miradas. Pero en Abuelas estaba Chicha ¡Y cómo la extrañamos! Porque yo me acuerdo cuando me invitó a hablar en un recordatorio del bombardeo de la casa de la calle 30, fui inmediatamente y me emocionó muchísimo eso. Y cuando ella, no digo que se retiró, porque sigue su lucha, pero ya no estuvo más donde la queríamos ver, nos dio profunda tristeza, por su serenidad, por su dulzura, por su forma de expresarse y por su eterna melancolía que sabía superar con la lucha.
Muchas gracias, Chicha y muchas gracias, querido Juan Martín Ramos Padilla. Ojalá que tu vida siga jalonándose con la investigación y ya te digo, Juan Martín, esto queda para la historia.”